Carta a Sheinbaum

Carta a Sheinbaum

 Carta a Sheinbaum


A Mario Vargas Llosa

             

 

              Con el debido respeto a su alta jerarquía política, en su carácter de jefa del Estado mexicano, me dirijo a usted para compartirle las siguientes reflexiones:

Las consecuencias presentes y futuras, derivadas de la Reforma al Poder Judicial de la Federación las habrá de padecer usted, de la mano de la dolorida sociedad mexicana y, en ningún caso las pagará el sujeto que le antecedió en el cargo para la gran tragedia de México, pues la elección directa de jueces, magistrados y ministros se llevará a cabo en el próximo mes de junio, en el inicio mismo de su gobierno, por lo que la responsabilidad histórica de esta medida suicida recaerá en usted y solo en usted, pues el sujeto de referencia la propuso y usted la habría ejecutado en contra de la experiencia nacional y mundial y de las sesudas tesis suscritas por los expertos de México y del orbe entero.

Partamos de las siguientes premisas: quienes tienen el privilegio de impartir justicia y de dirimir diferencias entre los ciudadanos, deben gozar de conocimientos técnicos en derecho, indispensables para construir el criterio jurídico necesario para ejercer su carrera con profesionalismo e imparcialidad. ¡Claro que en la actualidad existen jueces corruptos, parciales e ignorantes, pero esta lamentable situación podría corregirse a título individual, por medio del Consejo de la Judicatura, ahora en vías de extinción, y en ningún caso a través de la reforma citada, que derogará cualquier principio legal llamado a garantizar la convivencia civilizada entre los mexicanos!

Cuando los cargos judiciales se ganan por votos, se politiza la justicia. Durante las campañas que bien podrían estar fondeadas con recursos de oscura procedencia, los aspirantes deberán comprometer sus fallos con los electores que los financiaron, que podrían ser narcos, o grupos empresariales, entre otros casos más, como las alianzas con partidos políticos, en donde la sujeción a la ley jugaría un papel secundario. La aplicación de la justicia no puede subastarse a cambio de favores de diversa naturaleza y no debe convertirse en un instrumento de lucha política.

El Poder Judicial no puede estar integrado por personas carentes de la más elemental preparación jurídica, porque dictarían sentencias aberrantes o arbitrarias de acuerdo a su ideología, o lo harían en busca de popularidad o para cumplir con lealtad sus relaciones con sus patrocinadores, pero sin considerar lo dispuesto por la ley.

¿A dónde vamos como nación, sin seguridad jurídica porque las decisiones judiciales dependen de intereses populares o de presiones externas? ¿Qué sucedería si las empresas, los ciudadanos y otras organizaciones, carecieran de certeza legal? ¿No es claro que se desincentivarían las inversiones, se generaría inestabilidad, se minaría la confianza en el sistema, se deprimiría la creación de empleos, se desplomaría la generación de riqueza y el crecimiento económico?

¿A dónde nos conduciría el debilitamiento del Estado de derecho si el Poder Judicial ya no frenaría los abusos del Ejecutivo o del Legislativo y quienes juzgan estarían comprometidos políticamente o carecerían de la debida formación? El gobierno dictaría, en términos encubiertos, las decisiones ilegales o inconstitucionales y la ley dejaría de ser un límite al poder. Semejante conclusión es aplicable en una dictadura, o sea, en la extinción de nuestra democracia que obligaría, de nueva cuenta, a los mexicanos a defender sus intereses con las manos, con todas las consecuencias a su imagen pública e histórica, señora presidenta, lo cual podría ser irrelevante si llegara a estallar la violencia entre los ciudadanos, ante la carencia de árbitros independientes y de carrera.

Señora Sheinbaum: usted tiene en sus manos la conducción del país. No escapan, a quien redacta estas líneas, los compromisos adquiridos por usted con su antecesor, pero la Patria es Primero, y quien tendrá que dar la cara frente a la realidad y a la historia, será usted como la primera mujer que llegó por el voto popular a encabezar la República. Un estallido social a falta de árbitros neutrales es lo último que desearía usted y lo último que deseamos quienes adoramos a este país. No lo permitamos. De la existencia eficiente del Poder Judicial depende la supervivencia de la República, de nuestra democracia y, por ende, el futuro de México.